jueves, 26 de mayo de 2016

El turismo constituye uno de los mayores recursos para el desarrollo económico de El Salvador. A los excelentes atractivos naturales que posee el país, con playas paradisíacas, un clima tropical benigno y paisajes exuberantes, se une un importante patrimonio arqueológico y ecológico, con vestigios coloniales y precolombinos, además de reservas nacionales.
Sin embargo, en las últimas décadas, la biodiversidad y el equilibrio ecológico del país han sufrido el duro impacto del urbanismo, la contaminación y la polución; la creciente concentración de la población en las áreas urbanas ha llevado a un mayor aglutinamiento de la población en las regiones Sur y Sudoccidental del país (especialmente en el Área Metropolitana de San Salvador). Estas zonas constituyen un ecosistema frágil, ya que en ellas se canalizan y se alimentan los acuíferos del corredor sur del país, limitando la capacidad de abastecimiento de agua a partir de las fuentes subterráneas.
Las causas principales de la contaminación y polución ambiental en El Salvador son fundamentalmente el transporte, la industria, la quema de campos y la incineración de residuos sólidos (aproximadamente la mitad de la basura generada en el Área Metropolitana de San Salvador no se recicla). A esto hay que añadir que una gran mayoría de los hogares utiliza leña para cocinar.
Con todo, El Salvador todavía cuenta con un gran número de especies animales y vegetales respecto a otros países de su entorno. Sin embargo, el país no puede relajarse en la tarea de recuperación y conservación de las últimas áreas naturales, y proyectar crear, en cooperación con los países de la región, un corredor biológico que permita mantener poblaciones estables de las especies en peligro de extinción.
El Salvador presenta, además, un potencial de excepción en el ámbito del turismo cultural, con más de 2,000 lugares arqueológicos reconocidos, muestras de las culturas maya y olmeca, principalmente. Destacan por su importancia los restos arqueológicos de Las Pirámides de San Andrés, Joya de Cerén, Cihuatán, Quelepa, Tazumal y Tehuacán.
Si bien, el turismo es una actividad que se explotó poco durante las últimas dos décadas debido a la inestabilidad política de los tiempos de guerra civil, luego de los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, hubo nuevas expectativas, aunque su desarrollo marchó a paso lento debido a la falta de infraestructura en las zonas rurales del país y a que el gobierno de turno estableció otras prioridades en su política económica, como la maquila.
Una cualidad del territorio es que la extensión es pequeña. A El Salvador se le conoce como "el país de los 40 minutos", debido a que desde la capital se accede en ese tiempo a distintos lugares turísticos: playas a lo largo del sur del territorio, montañas ubicadas al occidente norte y a los pueblos del interior.
Como en todos los pueblos del mundo El Salvador destaca la personalidad de los salvadoreños, tienen calidad humana, ya que se entregan por completo para complacer a sus visitantes.



Turismo Ecológico
El Salvador presenta una oferta de parques nacionales de gran importancia, tanto por su cantidad como por su singularidad. Las áreas ecológicas más importantes son, entre otras:
  • La Reserva Nacional Bosque El Imposible
  • El Parque Nacional Cerro Verde
  • El Parque Nacional de Montecristo
  • El Parque Nacional Volcán de Conchagua
  • El Parque Walter T. Deininger
  • La Laguna El Jocotal
  • El Bosque de San Diego
  • El Bosque de Nancuchiname
El Bosque El Imposible se encuentra situado al sur del departamento de Ahuachapán, sobre la cordillera de Apaneca, y cubre una superficie de 3,130ha. Presenta un difícil acceso, al que debe su nombre, y ofrece refugio a gran número de especies animales (insectos, aves, mamíferos y reptiles) y vegetales, incluidos el Siete Camisas rojo (Guapira Witsbereri) y el Amarante Silvestre (Parathesis Congesta), dos especies arbóreas desconocidas por la ciencia hasta hace poco.

El Parque Nacional de Montecristo, situado al Norte del departamento de Santa Ana, comprende uno de los últimos bosques nebulosos de El Salvador, formado por robles, pinos y cipreses, donde encuentran su hábitat monos aulladores, musarañas negras, osos hormigueros, venados de cola blanca y pumas.
Otro excepcional refugio faunístico lo constituye el Parque Walter T. Deininger, donde la prohibición de caza ha favorecido a la población de coyotes, venados, tucanas e iguanas. Las aves acuáticas como los patos arbóreos, la gallineta de pico rojo o los charancuacos encuentran en la Laguna El Jocotal un hábitat inigualable.
El Trifinio es uno de los grandes bosques, que comparte su extensión con Guatemala y Honduras - ríos, y sobre todo, sus pueblos, en los que mucho de la cultura salvadoreña todavía está presente y se vive día a día.